Yo, no es por meterme con nadie, pero viendo el desarrollo de nuestra
sociedad, es decir, la explosión de incultura y culto al cuerpo (que
comprende desde inyecciones de tinta en la piel hasta dilatar orejas a
tamaños ridículos) de estos últimos años o el “fenómeno choni” como a mí
me gusta llamarlo, estoy realmente preocupado por las futuras
generaciones. Por ejemplo, pongamos un ejemplo: Mi abuela se llama
Carmen, tiene fotos en sepia de cuando era joven, le gusta la jardinería
y me prepara una empanada que te cagas. Dentro de unos cuantos años,
las abuelas se llamaran Vane, Jessi, o Jeni, tendrán tatuajes de Playboy
en la cadera (su mera visión, estirados y deformes, me da nauseas), sus
álbumes de fotos parecerán las vacaciones de Hugh Hefner y difícilmente
sabrán cocinar algo más allá de unos huevos con marisco o una macedonia
de plátano y melones. En cuanto a ellos, tendremos abuelitos que
tunean coches, se desafían a beber chatos de vino en el bar y cuentan
historias sobre multas de tráfico, donde la caballería será sus
“pHrImoOs”. Realmente, no voy a mentir, me encanta meterme un poco con
la gente. Sin embargo, este caso me pone los pelos de punta de veras.
Por otra parte, viendo como son las juventudes hoy en día, no quiero ni imaginar las atrocidades que se nos tienen reservadas, además, para cuando aparezcan esas nuevas generaciones, nosotros seremos un puñado de viejos cascarrabias: “¡En mis tiempos las cosas eran muy distintas!”, diremos (aunque sea una horrenda mentira). Es posible, sin embargo, que los genes recesivos nos ayuden y aparezca una camada de pequeños Einsteins salvadores del mundo, tampoco quiero soñar.
Si las drogas y demás mierda química no ha matado para entonces a toda esta pandilla, espero que por lo menos hayan madurado un poco y decidan, como mínimo, salvar nuestros globos oculares y borrase el tatuaje Playboy.
Por otra parte, viendo como son las juventudes hoy en día, no quiero ni imaginar las atrocidades que se nos tienen reservadas, además, para cuando aparezcan esas nuevas generaciones, nosotros seremos un puñado de viejos cascarrabias: “¡En mis tiempos las cosas eran muy distintas!”, diremos (aunque sea una horrenda mentira). Es posible, sin embargo, que los genes recesivos nos ayuden y aparezca una camada de pequeños Einsteins salvadores del mundo, tampoco quiero soñar.
Si las drogas y demás mierda química no ha matado para entonces a toda esta pandilla, espero que por lo menos hayan madurado un poco y decidan, como mínimo, salvar nuestros globos oculares y borrase el tatuaje Playboy.
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