Creo que escribí esto con 15 años ó 16 ó 17, yo que sé. Melancolico-depresivo, ¿Quién le iba a negar un sitio aquí?
Camino triste, preguntándome
quién soy. Ante mí se extiende un desierto bajo un cielo gris, gris como mi
ánimo. Me pregunto por qué, que he hecho, si es cierto que merezco este
tormento. El viento forma voces, sutiles como un alfiler, a la vez, dolorosas
como cuchillos candentes en la piel. En medio de este caos escucho una voz,
esta vez real, que me pregunta quien soy, me giro, y veo ante mí, irguiéndose
como una diosa, a una chica, tal vez de mi edad, puesto que ni siquiera sé
cuantos años tengo. Insiste, le digo mi nombre, ella me contesta: “Entonces, tú
eres como yo.” No sé a que se refiere, sin embargo, sé que dice la verdad. Sin
saber muy bien por qué, me acerco a ella, me coge la mano y me pide que la
acompañe. La sigo, como en un sueño, hasta una ciudad, no sé como no la vi
antes, llegamos a un cementerio, parece que sabe exactamente a donde se dirige,
de repente se detiene al lado de una lápida, me la señala y, al mirarla,
descubro mi nombre escrito en ella, siento un dolor en el pecho, bajo la vista
y veo, como si de una estaca se tratase, un cuchillo clavado en mi corazón,
siento como las fuerzas me abandonan, ya no puedo sostenerme en pie, caigo al
suelo, cierro los ojos y solo veo, a lo lejos, una luz.
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