¿Vive un gnomo en mi nevera? ¿Y un duende en la caldera? Las
criaturitas por el día duermen, y en la noche se despiertan. En fin, dejando al
margen esta rima burda y absolutamente innecesaria, volvamos al tema. El gnomo
de mi nevera. El tío debe de ser un gnomo muy meticuloso y cuadriculado, lo
digo porque todas las noches a la misma hora, exactamente la misma (y esto lo
sé porque me cuesta dormir y miro el reloj cada dos minutos, aunque a mí me
parezcan años) el gnomo de las narices se dedica a toquetear la resistencia y a
picotear mi comida (o más bien mi bote de bicarbonato y mi medio limón reseco)
metiendo un alboroto de mil demonios. Por suerte, al rato se cansa y se va a
dormir, dejándome continuar con mi ilícita relación homosexual con Morfeo. Pero
esto no puede continuar así, vamos, que por su culpa no duermo bien, me levanto
con ojeras, y no puedo guardar nada en el frigo. Tendré que llamar a algún tipo
de exterminador, pero claro, ¿Qué les
digo? ¿Qué tengo un gnomo? Lo mejor que podría pasarme es que colgaran el
teléfono. Eso si no llaman a la policía, los bomberos o a los del manicomio y
termino mis días en una celda acolchada. Así que nada, me tocará seguir
conviviendo con este inquilino desagradable y maloliente. Y como se acaba de
cansar, me voy a la piltra. Otro día os hablo del duende.
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